Yo no sé lo que funciona, pero sé lo que no funciona.
Crecemos, trabajamos y vivimos en un sistema que nos ha demostrado que está decrépito; obsoleto, anticuado. Un sistema que entierra talentos, que quema ilusiones y que apaga motores. Y esto no funciona.
Aprendemos y asumimos como buenas realidades que no nos hacen felices, que nos consumen y somos tan obedientes que las justificamos.
Una escolarización que nos encasilla y nos etiqueta, que nos habla de educación igualitaria y aparta al lento, al torpe y al diferente.
Un sistema laboral y organizacional que premia a la oveja pero teme al águila, que habla de innovación cuando realmente le asusta, que habla de cambio cuando no lo desea, que busca un desarrollo subdesarrollado.
Pero esta desazón emocional es un buen caldo de cultivo para visionarios, para raros y para valientes. Y estoy contenta, porque como las "meigas", haberlos hailos.
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