martes, 28 de mayo de 2013

HOY QUIERO SER UN SOFÁ

Comentaba tomando un café con una amiga, que hay días en los que parece que todo cuesta más. No sé si es culpa de esta "crisis" (para mí más de valores que económica) o culpa de este invierno vasco que no termina nunca pero hay jornadas que se hacen eternas, que te desmoralizan y que consumen un poquito tu energía y tu ilusión.
Para los que somos positivos por naturaleza o por necesidad, encontrarnos ante etapas que minan nuestra moral es todo un reto. Te debates entre la autoexigencia de reponerte emocionalmente y la necesidad de tirarte en el sofá y formar parte de la estructura de los muebles de tu casa durante unos días.
Si bien es cierto que no soy partidaria de regocijarme en la apatía que viene ligada a los momentos de bajón; considero que en ocasiones es sano, e incluso humano, permitirte "ser un sofá" durante unos días.
Un compañero, psicólogo, me habla frecuentemente de un término que era desconocido para mí hasta hace relativamente poco tiempo: "mindfulness". Esta palabra que tiene su origen en el budismo zen y carece de una traducción exacta al castellano, hace alusión a la plena consciencia de nuestras emociones y la aceptación de las mismas. Permitirnos experimentar las emociones que nos envuelven sin tratar de ejercer ningún control sobre ellas y sin tratar de estereotiparlas o etiquetarlas, incluso cuando son negativas.
Nos centramos de modo activo en lo que sentimos sin pretender juzgarlo o cambiarlo. Nos hacemos conscientes de lo que sentimos aquí y ahora.
En este trocito de planeta en el que vivimos nos inculcan a comedir nuestras emociones, bloquearlas, superponernos. También me parece sano y también me parece humano. Nos ayuda a sobrevivir, nos hace fuertes.
Pero si hoy es uno de esos días en los que te apetece ser un sofá, tómate la licencia de serlo. Mañana, cuando amanezca, volverás a ser una locomotora.



jueves, 9 de mayo de 2013

¿ME ESCUCHAS?

Últimamente no he tenido opción de dedicar demasiado tiempo a este cajón de sastre de ideas y emociones; no obstante no quisiera dejar pasar más tiempo sin escribir unas lineas, con cierto tono reivindicativo,  respecto a una experiencia que tuve la opción de vivir hace un par de días.
Gracias a la Asociación Lanean, de la que formo parte, estoy teniendo la opción de acceder a colectivos y a personas que eran totalmente lejanas para mí antes de que arrancara este proyecto.
Estas líneas se las quiero dedicar a las personas sordas, desconocidas para mí, y a las que me he sentido más cercana en las últimas 48 horas.
Tuvimos la opción de hablar con la coordinadora de un centro para sordos de Bilbao que nos puso al tanto de las carencias que tiene el sistema educativo para estas personas. Aunque entiendo que los déficits no serán sólo para ellos, este post sí que lo es.
Si ya puede resultar difícil la detección temprana, la asimilación por parte de la familia (oyentes todos) y los esfuerzos constantes por sacar adelante un día a día que en ocasiones se hace complicado; a esto tenemos que sumarle la falta de medios para un correcto desarrollo educativo, que en ocasiones no permite a estas personas terminar ni tan siquiera la Educación Secundaria. No hablemos de universidades.Existe algún centro formativo que tiene módulos adaptados para el aprendizaje de profesiones pero las salidas profesionales a la empresa ordinaria (una empresa ordinaria que no está preparada para acoger en su plantilla a personas sordas por carecer de una estructura adaptada) son casi nulas.
 Las estadísticas las que tuvimos acceso son sobre cogedoras.
Es triste que personas con capacidades plenas lo tengan tan difícil por falta de conciencia social. ¿Será posible que nosotros tampoco oigamos? ¿O simplemente no queremos escuchar?.