miércoles, 5 de diciembre de 2012

CUESTIÓN DE PORCENTAJES‏


Hace unos días tuve la opción de asistir a una ponencia sobre comunicación en situaciones de conflicto y hubo un detalle que me hizo reflexionar. Dedicamos un 40% de nuestro tiempo a escuchar y un 35% a hablar, mientras que empleamos un 16% en leer y un 9% en escribir.
Curiosamente, el sistema educativo actual se centra en el 25% que suman el binomio leer-escribir; mientras que pasamos de largo el 75% restante.
Es por esto que cuando llegamos a adultos seguimos sin saber hablar ni escuchar, no hemos aprendido y no tenemos interés por hacerlo. Nos quedamos con aquellas habilidades con las  que hemos nacido, sean suficientes o no.
Irónicamente, aquello que no nos preocupa es precisamente lo que marca la diferencia en nuestras relaciones interpersonales en general y en nuestros logros profesionales en particular.
Casi todas las personas empleamos un 70% de nuestra jornada en comunicarnos de alguna manera...y en la mayoría de los casos lo hacemos mal.

Pero estamos de suerte! Podemos entrenarnos. Para ser un buen comunicador o practicar la escucha activa (la escucha de verdad, esa en la que procesamos lo que llega a nuestros oídos) necesitamos trabajarlo. 
Ciertamente hay un componente genético, inherente a la naturaleza de cada uno que hará que existan quienes lo tienen más fácil y quienes lo tienen más difícil, pero TODOS podemos desarrollar estas habilidades y mejorarlas notablemente. Sólo necesitamos ir a un gimnasio de la mente.

Las herramientas para ser un buen comunicador son muchas y muy variadas e intentaré tocarlas poco a poco a lo largo de la vida de este blog pero sí me gustaría dedicarle unas frases en eset post a la escucha. Vamos a partir de la premisa de que en general ninguno tenemos esa habilidad. 
Cuando alguien nos pide que le escuchemos, nosotros automáticamente entendemos que nos está pidiendo que intercedamos, que actuemos, que aconsejemos, que opinemos y lo hacemos. 
Voy a hacer mías las palabras del Dr. Ralph Roughton que creo que os pueden resultar cuanto menos curiosas:

Cuando te pido que me escuches y te pones a darme consejos no estas haciendo lo que te pido.
Cuando te pido que me escuches y te pones a decirme porque no debería sentirme de se modo, estas hiriendo mis sentimientos.
Cuando te pido que escuches y te parece que deberías hacer algo para solucionar mi problema, me has fallado. Por extraño que parezca.
Solo te pedía que escucharas, si quieres hacer algo por mi; no que hablaras o hicieras, solo oírme….Puedo valerme por mi mismo, no estoy indefenso.
Cuando haces algo por mi que puedo y necesito hacerlo por mí mismo, incrementas mis miedos y mi sensación de ineptitud. 
Pero cuando aceptas, simplemente, que lo que siento me pertenece a mí, por muy irracional que sea, entonces no tengo por qué tratar de hacerte comprender más y tendré que empezar a descubrir lo que hay dentro de mí.
Proponte un reto: Hoy, simplemente ESCUCHA.

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